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TRABAJO LITERARIO

Archivo Coloide Irreal

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Abril 29 del 2008

         Una bocanada de humo se quiebra en mil imágenes frente al espejo. Estoy intentando que el humo siga un camino que he formada entre mi boca abierta y mis fosas nasales, pero el humo sigue su propio camino con un ritmo que inexorablemente, como él mismo, se desvanece poco a poco. 

          Al observar en el espejo lo que hay detrás de mi encuentro la ventana de una casa vieja. Sé que es vieja aunque no conozco la casa y la ventana tiene un marco de madera, igualmente vieja; madera que, en contraluz, se ve negra. Junto a la ventana hay un lecho mullido y acogedor, el hombre que descansa en él duerme plácidamente, aunque en su semblante se nota su alma torturada, sus demonios le atacan incluso mientras duerme... sus labios fruncidos demuestran la gravedad del asunto.

          Al levantarme y observarme detenidamente, de pie, frente al espejo, abro los brazos y en mi cabeza una voz gangosa repite con cientos de ecos "yo no soy Jesucristo". Observo cada línea de mi cuerpo que se ve a través de la gasa blanca de la que está hecho el camisón que me cubre, debajo del cual solo hay piel y huesos. Al apretar la delicada prenda contra mi cuerpo y sostenerla toda en la parte de atrás, me doy cuenta de las pocas líneas que se distinguen en mi cuerpo, las formas femeninas que antes quería exaltar, y ahora quiero esconder, en realidad han sido siempre las mismas solo que, ahora, soy más alta que antes, mis brazos están mejor formados y mis senos y mis caderas han tomado cierto protagonismo.

          Al darme vuelta me voy quitando la parte de atrás del vestido usandolo todo para cubrir solo la parte delantera de mi cuerpo, examino mi espalda y alcanzo a distinguir las pequeñas marcas que tengo; entonces escucho un grito desde el otro lado del pasillo, rápidamente miro al que cuido en sueños y veo que sigue durmiendo. Su expresión no ha cambiado en nada. Me apresuro a colocarme bien el traje, corro hacia la próxima habitación y allí, una niña de unos 6 o 7 años llora desconsoladamente sobre su cama. La abrazo, pero pronto me doy cuenta de lo dura que es su piel, y que su cuerpo despide un olor nauseabundo, putrefacto, un olor a muerte... al levantar su rostro y ponerlo en la luz, veo que es una calavera la que me sonríe mientras llora.

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