El cuerpo como elemento y territorio plástico.

Yo nunca me he sentido a gusto con mi cuerpo, los recuerdos que tengo de mi niñez son de

Cartografías del cuerpo II. 2016

otredad hacia mi misme. A veces sentía que este cuerpo era perfecto en todas sus proporciones, grande o pequeño; me parecía que la forma de mis pies, y de los

dedos de mis pies, era perfecta; que la silueta de de mis manos, y los dedos de mis manos, era inigualable.

Otras veces sentía que mi piel era demasiado ajustada para contener todo lo que era yo. Todo lo que sabía y aprendía, todo cuanto me rodeaba, que para mí era parte de mí y yo era parte de todo ello.

Crecer fue, y sigue siendo, un evento traumático entre el mundo y yo. De pronto, pasar de la niñez a ser "la chica", "una muchacha", alguien con una cosa llamada género o sexo que parecía imposible de esconder o transformar. Desde entonces los adjetivos, las etiquetas, los denominativos, no eran míos, sino que obedecían a un juego de reglas imposible de comprender para mi.

Fue entonces cuando mi cuerpo se convirtió en otra cosa, en una cosa que podía disfrazar para cumplir con las reglas de ese juego que, aún hoy, no comprendo por completo y disfrazarlo para llevarle la contraria a todos los demás. En todo caso, mi cuerpo fue convirtiéndose, poco a poco, en una herramienta más de trabajo y de expresión plástica. El poder provocativo que fui, y sigo, encontrando en él, es infinito.

Ahora utilizo mi cuerpo, mi territorio particularmente maleable, para confrontar a otros. En él, en mi cuerpo, puedo determinar cuáles son mis cicatrices, mis altos y mis bajos; regalar partes de mí que son imposibles de remover de mi cuerpo; nombrar extensiones enteras en honor a amantes pasados y futuros y configurar, poco a poco, una cartografía nueva de este territorio que, genéricamente, parecemos conocerlo todos aunque, en realidad, es tan único que, cada vez que es mapeado, nuevos terrenos salen a relucir.